domingo, 16 de noviembre de 2008

Capítulo 6

Ya queda poco para acabar el proyecto, a partid de ahora comienzan los capítulos de desenlace, por lo que hay que empezar a atar todos los cabos sueltos y a ir cerrando la trama. Bueno, gracias a todos por participar y espero que sigais hasta el final.

Un saludo!


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En ese momento Ángela estaba caminando por una acera para ir a su casa, cuando oyó un ruido a su espalda. Dio media vuelta y vio un gato negro que la miraba fijamente. Como no le gustaban los gatos, lo echó fuera y vio que debajo de él había un papel. Lo cogió y leyó:
“Ángela, si tú y tu hermano no dejáis de meter las narices donde no os conviene, veréis las consecuencias.
Al acabar de leer, comprendió que lo que le pasó la noche anterior fue cierto, y que el misterio de Mike tan solo era el principio.

Encontrarse una nota en ese instante era lo último que se esperaba. Ese hecho le confirmaba que estaba siendo vigilada y que, encima, le seguían. De regreso a casa no cesó de escrutar su alrededor con la mirada, pero fue en vano ya que no vio ni un solo movimiento. Eso le puso más nerviosa aún porque percató en que quien le seguía era suficientemente profesional para que él no se diese cuenta de su presencia. Intentó disimular su nerviosismo, con poco éxito, pero a la vez descargaba su rabia por la impotencia de la situación apretando con fuerza la notita, que había guardado justo después de leerla en el bolsillo de su chaqueta negra, con la mano derecha.

Al llegar a su casa, con las mejillas sonrojadas del frío y la rabia, después de un breve saludo a su familia y de unas respuestas monosilábicas a las preguntas rutinarias de su madre, Ángela se encerró en su habitación y sacó del bolsillo la misteriosa notita. La examinó muy detenidamente e intentó encontrar en ella alguna respuesta o algún tipo de señal, pero… Justo cuando estaba a punto de desistir, se dio cuenta de que, a parte de las arrugas causadas por sus apretones, había otro tipo de rugosidad en el papel. Era muy pequeño, pero suficiente para que Jorge pudiera distinguir dos banderas y unas siglas. La primera bandera estaba claro que era la de Alemania, pero la segunda no le sonaba de nada. Rápidamente cogió una silla, se sentó delante del escritorio y encendió su portátil, abrió Internet y se puso a buscar la bandera desconocida. Lo primero que se le ocurrió fue buscar una bandera de algún país, pero no fue así. Después, cayó en la cuenta de que quizás era otra bandera alemana cuyo paradero desconocía y buscó siguiendo esa hipótesis. Al poco rato la encontró. Era la bandera del Estado de Bremen, al noroeste de Alemania. Por lo referente a las siglas, Jorge no tenía ni idea de lo que podían significar, eran: A.V.K. Al lado de estas había otras cuatro letras:

FNSB.

Estaba confusa. No entendía nada y le ponía más nerviosa el caminar eléctrico de su hermano por el pasillo manejando impulsivo unos papeles. Era viernes, ni había clase ni deberes para el día siguiente, así que decidió entretenerse rastreando conexiones por Internet. Fue todo una fracción de segundo. En el justo momento en que apretaba el botón para acceder a las siglas misteriosas de la nota, su hermano se paró en el pasillo, casi frente a su puerta. La fracción de segundo que sucedió entre esa parada y las listas rojas y blancas a las que bordeaba una serpiente que parecía comerse su pantalla. En la esquina inferior derecha un reclamo en mayúsculas: AD VITA KAISER. En el borde superior derecho algo que interpretó como un nombre de persona. No se había cerrado la fracción cuando asaltó con la voz a su hermano:

-Jorge, ¿cómo se llama el alemán?
-Ángela, por Dios –se difuminaba su voz al entrar por la puerta-, estoy intentando concentrarme ¿De qué alemán me hablas?
-El que me has dicho antes que iba a casa de tu profe de filosofía, ése, ¿cómo se llama?
-Ayy Ángela, ¡qué pesada eres! –remarcó Jorge cada letra- Von Kölberg.
-Ven un momento. Creo que sale aquí.

A pesar del día de fiesta, consiguieron convencer a sus padres de que había una actividad colectiva el lunes en el instituto y de que era esencial que la realizasen juntos. Así los dejarían tranquilos. Sobre todo a Jorge, consciente de que cada lectura de los papeles que había sacado de casa de Guillermo podrían ayudarle a encontrar a Mike. Tras observar la nota, la misma bandera del anónimo y el nombre de Von Kölberg en el ordenador de su hermana, se tumbó en la cama consciente de que iba a ser una larga noche.

La primera imagen que los asaltó al encontrar el nombre del filósofo en Google tenía comentarios en alemán. Les costó trabajo y páginas llegar a una información en español. Y cuando la alcanzaron era una breve reseña en un foro de una extraña asociación uruguaya. El Cóndor de Fuego parecía llamarse, y entre mensajes apocalípticos y antisemitas alguien comentaba la detención, la huida y la desaparición de ese pensador alemán que quería “renovar la figura del constructor de occidente”. Tanto Ángela como su hermano, fotografía tras fotografía, descubrían al mentor de Guillermo. Aparecía constantemente, aunque lo normal es que se fueran repitiendo tres imágenes casi icónicas. Una de ellas era la de la entrada en algo que parecía un edificio oficial, escoltado de policías que parecían enfurecerse con un grupo de jóvenes también de uniforme. Su gesto era más que violento, duro. Otra de ellas era seguramente un busto de pestaña de libro: se le veía con un traje anticuado que contrastaba con la calidad moderna de la fotografía, un cabello rubio casi platino encasquetado en la cabeza y unas gafas de pasta. La última –aparecía con menos profusión y en páginas de diseño irregular- era la más misteriosa, por vulgar; aunque no se veía el mar el espacio era indudablemente el de una playa bastante rocosa. Aparecía el sólo, bastante lejano, con un niño de unos tres años en las rodillas.

Ángela trabajaba más las fisonomías y fue la que lo expresó al azar.

- El otro día me saludo por los pasillos del insti una chica que se le parecía.
- Ya está –saltó el grito de Jorge-. Ya está. Es igual que Giselle, es igual que Giselle, hostia…
- ¿Quién es Giselle?
- La nueva, la sustituta de Guillermo…
- Chicos –advirtió su madre al entreabrir la puerta-, no sabéis como me gustan esas exaltaciones por los estudios, pero me voy a dormir, y como me despertéis, os dais por castigados tantos días como la hora que sea…
-Sí, sí, sí, perdona mamá –Ángela era su ojito derecho- nos vamos ya enseguida dormir… Buenas noches.

Mientras la conversación se producía, Jorge disimulaba pasando hojas en las carpetas que había sacado de casa de su profesor. La casualidad hizo que viera casi juntos el nombre de Carlos y el de Mike –Miguel, eso sí, rezaba el papel-. Era un mero recorte de papel, como un apunte de ideas que después se iban pasar a limpio. Aparecía una fecha, el domingo anterior, justo el día antes de la desaparición de Mike, varios nombres –entre ellos el de Von Kölberg, y una extraña anotación: “a Carlos, pase de halcón, a Miguel, darle la cruz”. También se dio cuenta de que otra letra y otro bolígrafo diferente habían escrito en un margen: “hablar atentado”.

Con todo, lo que más le extrañó a Jorge fue que detrás del recorte aparecían varios planos, algunos reflejaban calles, otros eran láminas de arquitectura.

- Ge –así solía llamar de pequeña a su hermana-, ¿entiendes esto?
- A ver,… ésta es la calle del insti ¿no? Mira aquí pone el nombre.
- ¿Y por qué está tachada?
- No está tachada, tonto, es como un recorrido por las calles. Mira, y acaba…
- ¿Esto qué es?
- Pues si me sitúo, espera- seguía Ángela el rastro con el dedo, pero su hermano acabó antes.
- ¡Es el parque de atracciones!, ¿verdad?
- Ssssssss, sí, vas a despertar a mamá
- Ángela, ¿dónde dijiste que te habían atacado?
- Cerca del túnel del terror… Yo venía de…
- Que estaba en la esquina de abajo del parque, ¿no? –le interrumpió su hermano
- Eso es.
- Pues ahí es donde la línea termina.

Mientras, Mike dormía estirado en el suelo. Un par de horas después, justo cuando se acostaban los dos hermanos, alguien abriría la puerta de su sótano. Alguien que la penumbra volcaba en indefinición: podía ser tanto Giselle como Von Kölberg.

4 comentarios:

Kyra dijo...

A pesar del dolor lacerante que le provocaban las cuerdas y de no poder ver por culpa de la venda que te ocultaba la vista, se espabiló. Todo el tiempo que había pasado encerrado en ese lugar le había agudizado los sentidos.
Lo primero que notó después de que abrieran la puerta de metal fue un profundo olor, que para su sorpresa, era de su agrado. Era dulzón e inundó al poco la estancia. No le cupo ninguna duda, era ella. No sabía por qué pero ella tenía las respuestas que el necesitaba.
Oyó el repiqueteo del chocar al caminar de los tacones y de la mujer según se acercaba. Se acercó tanto que sentía su respiración en la frente, algo que le incomodaba, su presencia era intimidatoria.
-Miguel –comenzó pronunciando cada letra con lentitud y una intención que no pudo identificar. –Vas a salir pronto de aquí, te lo aseguro, pero nos lo tienes que decir, ya.
-Y…yo… no lo se… -dijo con dificultades.
Cada vez le costaba más hablar, no estaba seguro de por qué pero mentir le exigía un esfuerzo mayor cada día que pasaba.
-Sí lo sabes, Miguel. Tu querido padre te lo dio antes de irse, y ya es hora de que nos lo des a nosotros.
-No…no se de que hablas.
Hace años, antes de que desapareciera su padre de su vida, le dio una caja, una caja muy importante. No sabía lo que contenía, y tampoco se molestó en abrirla. Javier, su padre, nunca le habia dedicado mucho tiempo a su hijo. Para Mike, era casi un desconocido. Pero un buen día, cuando estaban a solas en casa, se acercó a su hijo. Estaba nervioso, casi desesperado. No habló demasiado, no tenía tiempo. Simplemente le dejo ese objeto y después de unas palabras, que Mike las considero vacías de significado, se fue, para no volver. Durante los días de su encierro llegó a pensar que tal vez esas últimas palabras, hubieran sido sinceras. Que quizá algo que se le escapa a su entendimiento, les hubiera separado. Pero ya no importaba.
-Miguel, ¿sabes una cosa? –preguntó Giselle con su característico acento. –Vas a morir.
Lo dijo como si fuera la cosa más normal del mundo. Su indiferencia le asustó y estuvo a punto de rendirse y revelar todo lo que sabía.
La imagen de su padre, el último día que desapareció, junto con el valioso contenido de la caja, le dio fuerzas. Estaba dispuesto a morir. No solo por él mismo, ni por su padre, sino por todo el mundo.
-No tengo miedo –dijo imprimiendo la mayor fuerza a su palabras que pudo.
Giselle le miro fijamente, aunque el chico no podía saberlo.
-Eres un inepto, como tu padre. Morirás en vano.
Las facciones de Mike se tensaron en una mueca de odio y gritó:
-¡Malditos seáis! ¡Vosotros! ¡Vosotros os lo llevasteis! ¡Lo matasteis!
Todo empezaba a encajar, los secretos de su padre, sus oscuras revelaciones, aquellas personas… el objetivo final de todo ello.
La mujer sonrió satisfecha mientras se alejaba. Sujeto la puerta mientras lanzaba una última mirada de malicia hacia donde Mike se retorcía.
-Por fin lo has entendido. Mañana es tú último día. Está en tus manos vivir o morir.
Mike se revolvió intentado soltarse de sus atadoras, pero lo único que consiguió fue rasgarse las muñecas y los tobillas. Finalmente se detuvo mirando hacia donde creía que estaba esa asquerosa mujer.
-¡Zorra! –le gritó escupiendo en suelo.
Lo último que oyó fue la puerta cerrarse sumiéndole nuevamente en el más apabullante de los silencios.

Darkreagon dijo...

Genial. Os aviso que este es el penúltimo capítulo. El final se abre el lunes y acabará el día 15 de diciembre, se puede posponer la fecha de cierre en caso que no este acabado. Animo a todos y seguid que ya casi hemos acabado!!

Andrés.

Discos de Paseo dijo...

Giselle Von Kölberg se situó también ante el ordenador. Repartía mensajes, ora en clave, ora escuetos y directos. Ya habían hablado de habilitar otro despacho, nunca en viviendas, eso sí. Eran fáciles de encontrar y había vecinos. Era una lástima, las comodidades y las vistas del parque de atracciones eran inmejorables, pero el ayuntamiento ya había contratado las excavadoras para que fuesen mordiendo, poco a poco todos los edificios. Incluso ese de dirección en el que se encontraba ahora.

Su hermano era quien había bajado al cuchitril donde tenían a Mike. El mensaje era el mismo que tres días antes:

-¿Con quien más has hablado?
-Con nadie, de verdad, sólo quería enseñárselo a Carlos.
-No pudimos estar pendientes de ti cada segundo, no me fio… -se desesperaba el alemán
-De verdad, de verdad que a nadie más –lloraba Carlos.
-Las instrucciones eran claras. Las propuestas de nuevos miembros me habían de llegar a mí, no se hacía nada sin que yo decidiera.
-Sólo quería enseñarle la cruz y la caja, no iba a hablarle de nada.
-Ohhh, sí, claro –ironizó Von Kölberg- le ibas a enseñar la cruz y la caja y no le ibas a contar absolutamente nada más… Y después eres tan inocente de explicármelo por el Messenger. Y orgulloso, encima. Menos mal que sabemos que la caja está en tus manos. Y menos mal que fuiste tan tonto de venir al parque cuando te lo dije.
-Pero señor Von Kölberg…-la bofetada le giró la cara y no pudo acabar.
-Señor Von Kölberg, señor Vön Kolberg,….-remedó sarcástico Y encima hemos tenido que controlar a su madre para que no nos denuncie-. Menos mal que es de los nuestros también.

En casa de Jorge ya habían paralizado la búsqueda y entraban en la cama con el nerviosismo de las últimas palabras pronunciadas por Ángela: “Mañana tenemos que ir a la policía”. Cuando entraron, un día canónico de otoño, en la desastrada oficina que servía de refugio a las fuerzas del orden desplegadas en el barrio, la dejadez era total. Estaba en el otro extremo, casi dentro de la estación marítima donde aprovechaban para controlar también la aduana. El sábado era día tranquilo, la febril actividad de los DNI acababa el viernes a las dos, la llegada de buques con carga se demoraba hasta el domingo a media tarde y las comunicaciones de la INTERPOL –una oficina aduanera recibía constantemente informes, avisos y peticiones de búsqueda- se habían cerrado. Así que el joven en prácticas, recién salido de la academia, que los recibió tampoco estaba para más indagaciones.

-Así que dices que quieres denunciar la desaparición de tu amigo.
-Miguel Castillo, hace tres días que ni viene al Instituto, ni contesta al móvil.
-Vamos a ver,… Pero tú ¿eres familiar?
-No, es compañero –se exaltaba Jorge sin entender el sentido de las palabras del policía.
- ¿Y sus familiares?
- Sus padres están separados.
- Ya –se sentía didáctico el joven policía-, pero ¿por qué no lo denuncian ellos?
- Es que su madre nos ha dicho que se ha ido con su padre, pero es mentira.
-Acabáramos –casi le había alegrado la mañana al joven miembro del cuerpo-, la madre es una mentirosa y tú el héroe.
-Por favor, sé que tengo razón, por favor, atiéndame,…
-Mira chico, en principio nadie puede denunciar a no ser que sea familiar directo.
- ¿Quién es el jefe aquí? –actuaba Jorge ya a la desesperada.
-A ver, chico –el guarda empezaba a cansarse- aquí no funcionan aquí las cosas. Para ti no hay jefes, yo soy quien decido si curso o no.
- Se que hay un formulario, lo puedo rellenar.
- Sólo los familiares.
- Bien, y pasar una nota a alguien-. Es que sé más cosas y hay un lío muy enredado.
-A ver –acabó el policía- mira, mañana por la noche viene el comisario. No puedes formular una denuncia, pero te voy a dar tres líneas. Cuéntale en tres líneas lo que quieras y se lo daré.

La nota, al fin y al cabo fue redactada por Ángela, más tranquila o por lo menos más fría. Las tres escuetas líneas que les dejó el agente. “Desaparición de Miguel Castillo. Tenemos planos del Parque de Atracciones con la situación de una celda. Parece preparado por un tal Von Kölberg. 93 3401743”. Ángela salió pensando que no había mejor manera de decirlo, pero que parecía todo de novela.

El resto del sábado discurrió con tranquilidad. Nada hacía presagiar la tormenta que se levantaría el domingo. En casa de Guillermo habían instalado un pequeño cuartel general.

-Ya está aquí Carlos, ha venido pronto –anunció Giselle a su hermano.
-Bien, prepárate para las clases de mañana. Te doy instrucciones después. Dile a Carlos que pase.

La actitud de Carlos era mucho más recatada que aquella la que últimamente hacía gala. Con la cabeza baja, asentía a todo lo que le expresaba su maestro.

-Bueno, ya sabes que queda uno sólo, ese tal Jorge. No sabe nada, pero los tres datos que conoce, mal utilizados, pueden hacernos daño. No te he de decir nada más.
- Sí, he estado pensando. No se preocupe.
- No me preocupo, claro que no. Con Guillermo lo hiciste muy bien. Tuviste que tirarlo dos veces por las escaleras ¿verdad?
- ¿Cómo lo sabe?
- Sin preguntas. Sólo con ver el cadáver lo supe. Con Jorge actúa igual, veo que el dinero que gastamos en llevarte a ese campo de entrenamiento en verano fue bien utilizado.

Mientras Carlos salía de casa de sui antiguo profesor, el comisario Amancio Arias repasaba una y otra vez una extraña nota sobre su mesa. Ni siquiera intentaba indagar que agente se la había dejado, ni siquiera llamaba al teléfono que le habían dejado. Simplemente abría el ordenador y buceaba en una página con una contraseña perfectamente encriptada: “Acabo de recibir una nota. Sin total seguridad, pero creo que tenemos a Von Kölberg”

Darkreagon dijo...

Perfecto, se abre el último capítulo!