martes, 30 de septiembre de 2008

Capitulo 3

Hola de nuevo. Hoy es martes, 30 de septiembre, por lo que el tercer capitulo queda cerrado y se abre uno nuevo. Como introduje en la anterior entrada, este capitulo es de "desarrollo". Lo que conlleva que no se pueden introducir más personajes principales. Los protagonistas no cambiarán y en las continuaciones que escribais, no puede morir ninguno, por ahora. Muchas gracias a todos y procurad que la acción avance. Subo el capítulo 3, escrito por vosotros. Os recuerdo que podeis colgar vuestros escritos en los comentarios o enviarmelos: eljacker2@hotmail.com
Este cuarto capítulo se cerrará el día 14 de octubre, martes; y se abrirá uno nuevo el 15 de octubre, miercoles.
Disfrutad escribiendo.


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Mientras pensaba aún en la situación oyó un leve susurro seguido por unos pasos que se acercaban. Ya había supuesto que estaría en una habitación, pero como se acababa de despertar, no tenía ni idea de dónde estaba la puerta, ni cuán grande era la estancia.
Se removió temeroso de lo que podía pasar a continuación.
- Anda nene -oyó una voz que no supo calificar de femenina o masculina: podría ser una mujer con la voz grave o un hombre con voz aflautada-. Deja de moverte y abre la boca; supongo que las tripas te habrán avisado de que es hora de comer...
La verdad era que no, no lo habian hecho.
- Oiga... ¿Podría decirme dónde estoy? -preguntó, pero ya se imaginaba la respuesta.
- ¿Por quién me has tomado? Desde luego que no te lo puedo decir. Bueno, de poder sí que puedo, pero no lo voy a hacer.
- Vale, comprendo. Menuda parida pedirle a un secuestrador el sitio donde uno se encuentra, ¿no?
- Tu lo has dicho, nene. Anda, cómete esto. No puedo ni desvendarte los ojos ni desatarte las manos o sea que tendré que dártelo yo... ¡Quién se lo iba a imaginar!
- ¿Puedo saber qué me dará?
- Adivínalo tú.
El desconocido le dio el primer bocado. Tenía una textura algo viscosa y no sabía muy bien... pero era mejor que nada. Seguro que su mamá hubiese cocinado aquel plato (fuese lo que fuese) mucho mejor...
De repente se dio cuenta de sus propios pensamientos. ¡MAMÁ! ¡PAPÁ! ¿Dónde estaban?

Jorge miraba distraídamente por la ventana. En toda la noche no había parado de darle vueltas al asunto: Mike. ¿Qué estaba pasando realmente? No terminaba de creerse la versión de Alice, por primera vez en años desconfiaba de ella, su aptitud le parecía sospechosa. Su compañera del costado le dio un codazo para que volviese al mundo.
La profesora había llegado. Espera un momento… ¿la profesora? Jorge frunció el ceño, ¿y Guillermo, que había pasado con el amable profesor de filosofía? Por la clase se escucharon susurros que comentaban el buen parecer de la profesora.
- Buenos días chicos.- tenía un acento extraño, del norte.- mi nombre es Giselle y vengo a sustituir a Guillermo Fuentes. Vuestro antiguo profesor tuvo anteayer un accidente subiendo las escaleras y estará de baja por un tiempo indefinido.- hizo una pausa para escrutarlos a todos, buscando a uno especialmente.- Yo os calificaré de otra manera, será solo un examen por trimestre, y un trabajo más los libros que escriba a continuación en la pizarra.
Se giró y apuntó rápidamente con una perfecta caligrafía; “Psicopatología de la vida cotidiana”, Freud y a continuación “Caníbales y reyes”, Harris.
- Os examinaréis de estos dos libros a final del trimestre, y os aseguro que no os valdrá con leeros un resumen.- se aclaró la garganta.-Ah, se me olvidaba, quien suspenda los libros suspenderá el trimestre y quien no me entregue el trabajo no tendrá derecho a recuperación. ¿Alguna pregunta?
- Pues sí. Te has pasado, guapa, yo no voy a hacer eso, estas loca si piensas que es justo explotarnos de esa manera.-Era un chico desaliñado de la última fila. Giselle asintió y sonrió con dulzura.
- Es verdad, quizás sea muy dura para alguien sin cerebro ni aspiraciones, y por supuesto, tampoco educación, como tú. Así que te quito el peso de esta horrible clase. Venga fuera, sal por esa puerta, y no te molestes en volver a entrar. Estás suspendido por el resto del curso, ya que tomo esto como abandono de materia. Y teniendo en cuenta que con una asignatura no pasas de curso, puedes tomarte el año sabático si quieres, de todas formas vas a repetir…
El joven recogió las cosas y salió del aula dando un sonoro portazo. Todos los alumnos siguieron su recorrido con la mirada. No se oía nada, no se arriesgarían a ser los siguientes. Parecía que iba a empezar una verdadera pesadilla. Jorge tragó saliva, esa mujer apenas unos míseros años mayor que ellos, parecía realmente dura.
- ¿Alguien tiene algo que objetar?- nadie se digno siquiera pestañear.- muy bien, así me gusta, habéis pasado la prueba.- comenzó a reír.- veréis: no habrá trabajo, los libros los leeremos en clase a lo largo del curso y no habrá que hacer examen, sólo comentarios de texto. Quería quitarme a los chulos de en medio.
El ambiente de la clase se descongestionó de pronto, como si hubiesen quitado un tapón y la tensión hubiese escapado. Jorge dejó escapar un suspiro ya no había de que preocuparse, aunque estaría alerta, algo en ella le ponía el vello de punta.
La clase pasó amena y algo parecido a divertida. Antes de que se diese cuenta ya estaba tocando el timbre. Quería aprovechar para hablar con Carlos, a ver si él sabía algo de Mike, a lo mejor a él le había informado de su repentina ausencia. En cuanto la profesora salió por la puerta se levantó y fue en busca de ese extraño muchacho.

Ángela balanceaba las piernas infantilmente, adelante y atrás, sentada sobre la mesa. Mordisqueaba parsimoniosamente la capucha de un boli mientras miraba por la ventana. En eso era igual que su hermano, era la forma más fácil de distraerse, mirar el paisaje. Estaba preocupada por Mike. Un año atrás quizás le hubiese dado igual su situación, pero ahora no. ¿Por qué tenía que desaparecer justo cuando iba a confesarle sus sentimientos? Ya era mala suerte. Bajó de la mesa de un salto y se echó la mochila al hombro. Iba a pasar de las dos últimas horas de clase, por un día no iba a pasar nada… y estaba muy nerviosa. Anduvo con prisa por los pasillos y sin querer se chocó con alguien. Levantó la cabeza para encontrarse con unos feroces ojos azules que la miraban acusadora.
- Perdón.
- Tranquila, no pasa nada Ángela.
Ella asintió y siguió andando. Se paró en seco al darse cuenta que era la primera vez que veía a esa chica… y ella sabía su nombre. Se giró de golpe pero no estaba, se había esfumado como por arte de magia.
Más inquieta que antes echó a correr, iba a encontrar alguna pista, aunque le fuese la vida en ello.

Carlos vio a Ángela correr y salir del instituto. Estaba en el terrado esperando a que eso ocurriese, todo marchaba según lo planeado. Ya solo quedaba uno… y caería pronto, detrás de él iba la mejor del equipo. Dio un salto y se tiró al vacío. Cayó grácilmente como un felino, sin un solo rasguño. Le encantaba su nueva condición, había valido la pena vender a su mejor amigo por ello. Se sentía cruel, inhumano… aunque poco ya quedaba del antiguo Carlos.
Torció la primera esquina a la derecha y siguió sigilosamente a su presa.

El ayuntamiento de la ciudad había decidido desmantelar el parque de atracciones. Veinte años antes había sido un lugar de esparcimiento habitual, sobre todo en las tardes juveniles: atracciones ligeras y coloristas –con incluso algún toque psicodélico, esos años-, conciertos de ídolos en promoción, bonitas vistas sobre las calles de la urbe. Con el tiempo su uso fue en auge, pero las atracciones habían caído en una decadencia inevitable y los planes de la zona pasaban por hacer un gran parque con el objetivo de acercar más la naturaleza a la vida de los ciudadanos.

Los periódicos trataron la noticia de forma neutra y los últimos días de funcionamiento, como si una depresión general hubiera asaltado a la ciudad o como si el parque se convirtiera en maldito o en un vestigio incómodo del pasado, apenas recibió visitas. A escasas horas de su cierre, en un otoño temprano y ventoso, con la luna llena recreándolo por última vez y mientras las hojas secas se enredaban entre los tornillos de montañas rusas, norias o tiovivos, las atracciones apenas funcionaban con un visitante.

Enterrarían con el parque muchas memorias, una nube de recuerdos que se difuminó casi en segundos en lo alto de esa colina a escasos cien metros del instituto y a poco más de las calles en que vivían Jorge, Mike y Carlos y que subían casi agarrándose a las piedras.

Daniel era uno de esos jóvenes que, años atrás, había sembrado risas y vida en el parque. La casualidad había hecho que a sus casi cuarenta años fuese el vigilante de seguridad nocturno en los días previos al desguace. Esa noche, bien entrado octubre, estrenaba una chaquetilla de uniforme azul corta y con botones dorados. El aire iba a ser frío de madrugada. A la altura del tren del terror se los abrochó.

El tren del terror no era más que una vagoneta que recorría raíles y estancias oscuras mientras se iban abriendo puertas con figuras de cera, se te enredaban en la cara telarañas de hilos de terciopelo y te asaltaban golpes de aire y sonidos irreconocibles. Daniel recordó al pasar enfrente la sensación que más le horrorizaba. En un momento determinado la vagoneta había de encarar una subida y de golpe algo golpeaba la trasera con un enorme estruendo mientras se aceleraba la velocidad casi inexistente. Ahora comprendía que debía de ser una combinación de una cremallera que aceleraba y un golpe de maza. Le despertó de estos recuerdos un ruido de arañazos sobre metal y unos aullidos ahogados. Iban a ser las ratas, en dos días ya se habían hecho las dueñas de los sótanos y los parterres, parecía que oliesen el abandono.

Los aullidos se acentuaron pero Daniel ya hacía la ronda por el nivel superior de atracciones y no pudo oírlos. Mientras tanto en el sótano que se abría bajo las chapas metálicas del tren, accesible sólo desde una pequeña trampilla que formaba parte del atrezzo del recorrido, un hombre rubio y trajeado impecablemente dejaba caer su tarjeta de residente. En primavera, removida ya la tierra para un jardín oriental, la cubrirían las raíces de un cedro. Nadie iba a ver ya más el nombre escrito: Adalbrecht Von Körblger.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Capitulo 2

Subo el capítulo 2 que habeis escrito para que podais seguir con el siguiente. Empieza hoy día 15 y finalizara dentro de dos semanas. El día 29, lunes, se cerrará y el 30, martes, se abrirá uno nuevo. Este es el último capítulo de introducción, por lo que después de este, no se podrán introducir personajes de revelancia y se ha de desarrollar la acción. Espero una mayor participación de todos, y sobretodo que disfruteis escribiendo. Podeis subir vosotros mismos una vez esteis registrados o enviarmelo a: eljacker2@hotmail.com

Jorge y Ángela salieron juntos, pero separados por sus pensamientos. En los cinco minutos largos que tardaron en llegar sólo se miraron al doblar la última esquina. No se dieron cuenta siquiera de que Carlos, levemente, los estaba siguiendo.

-Acuérdate, diez minutos y sales para casa. No te quiero más allá.
-Bueno, te haré caso si me prometes que otro día salimos los tres y, más tiempo – respondió alegre Ángela.

El bufido que soltó su hermano le hizo intuir que algo le preocupaba y desviar la mirada que se fijó, enfrente ya, en el portal de Mike. Se trataba de una construcción del desarrollismo de los 70, placa de protección oficial, cuarto de la portera y arqueología de estética pop. Conocía Jorge a la portera de anteriores visitas.

-Hola, señora Teresa. Vamos a ver a Miguel –le anunció.
-Muy bien, hijo, ¿no ha ido al instituto hoy? –se preocupó-, no lo he visto pasar cuando he abierto esta mañana.
-No, por eso vamos, a ver qué le ha pasado.
-No funciona el ascensor, tenéis que subir andando –les dijo, ya a lo lejos, con los hermanos huyendo de su acoso verbal.

Subir el primer peldaño coincidió con la mano de Carlos tomando el móvil, y antes de que desaparecieran de su vista, tras el cristal, ya sonaba su voz por el auricular.

- Que Jorge sube para casa de Mike –asaltó sin presentarse.
- …
- Porque los he seguido. Había estado preguntando por Mike en el instituto –siguió susurrando.
- …
- Me lo han dicho
- …
- Vale, espero hasta que salgan.

Mientras guardaba el teléfono en el bolsillo, Jorge hacía la segunda llamada al timbre de Mike. Un observador hubiera notado un cierto nerviosismo en Ángela. En la tercera fue más insistente, de tal forma que coincidió la llamada rasposa con un ruido de cerraduras y cadenas. A todo ello se sobrepuso el cuchicheo de una voz que exigía silencio.

La madre de Mike, que Jorge conocía de varias ocasiones en que había acompañado a su amigo a casa, abrió la puerta tratando de remedar una sonrisa que destilaba nerviosismo por los cuatro costados.

- Hola.
- Hola... Soy, soy Jorge, ¿me recuerda?
- Sí, claro, claro que te recuerdo. ¿Cómo estás?
- Muy bien.
- Yo soy Ángela, la hermana de Jorge -interrumpió la joven-. ¿No está Mike?
- Mike no está. Se ha tenido que ir con su padre. Ha surgido una urgencia y...
- ¡Pero si hablé anoche con él y no me dijo nada!
- Ha sido de repente. Se ha tenido que ir. Estará unos días fuera.

Evidentemente, la explicación no convenció a Jorge, que se quedó unos segundos mirando a la madre de Mike con aire desafiante.

- ¡Vámonos!

Cerrada la puerta, Alice, la madre de Mike, se dijo a si misa que parecía que la explicación no había convencido al amigo de su hijo.

- Tenemos complicaciones.

Alice miró al techo pensado la mejor manera de mantener a esos dos indeseables fuera de todo el lío. Estaba tan enfrascada en sus pensamientos que no oyó como se acercaban por el pasillo.

-De qué complicaciones hablas- aquel discreto acento alemán la sacó de sus ensoñaciones.

-Oh, Giselle querida, no te había oído.

-Ahórrate las petulancias Alice, ¿Qué ha pasado?

-Un compañero de clase del chico y su hermana han venido preguntando por él.- Giselle resopló cansinamente.

-Siempre hay algo entorpeciendo… bueno, me encargaré de ellos. No te preocupes. Tu asegúrate de que todo va bien ¿sí?

-Ten cuidado, sé discreta.

-Yo SIEMPRE soy discreta… y no voy a eliminarlos, no por el momento, pueden ser útiles -se puso una chaqueta de cuero que colgaba del perchero de la entrada. La abrochó con brío y sacó su lustrosa melena rubio albino del cuello de esta -y… tú eres la menos indicada para decirme como tengo que hacer las cosas. ¿he de recordarte que por tu culpa el padre del crío está muerto? Sé que lo amabas… fue muy noble por tu parte quedarte cuidando de él y formar esta tapadera.

Soltó una risotada y salió de la casa dando un portazo. Alice apretó los puños con fuerza. Odiaba a esa niñata engreída. Era joven bella y tenía poder sobre ella, pero independientemente de la rabia y envidia que ello pudiera causarle, nada le dolía tanto como que le recordasen su fatídico pasado.


Ángela llevaba todo el camino bufando por lo bajo y exponiéndole a su hermano lo mal que le parecía haberse ido de allí sin una explicación más convincente. Jorge, harto ya de oírla, propinó una fuerte patada al semáforo.

-¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaay!- se quejó, y comenzó a dar saltos a la pata coja.

-Si es que… hay que ser tonto.

-Quizás si no me calentaras la cabeza de esa forma… a mí tampoco me ha hecho gracia, pero que se le va a hacer, ahora le llamaré en casa, tengo el móvil sin batería.

-Más te vale.- el semáforo se puso en verde y cruzaron.

-¿Desde cuando te importa tanto lo que pase con Miguelito?

-Pues… no es que me preocupe, bueno si, pero bah, nada, déjalo.-“evidentemente desde que me saca una cabeza y se convirtió en un bellezón ¿no te fastidia?” pensó para sus adentros.

-Es imposible comprender a las mujeres, que complicadas sois.

-Será eso.

Se hizo el silencio, ninguno estaba por la labor de seguir aquella conversación. Jorge estaba seguro de no querer averiguar los verdaderos motivos de Ángela, si eran los que se había empezado a imaginar, mejor no saberlo. Por su parte, su hermana tampoco quería verse en otra encerrona como la anterior.

Cada
uno iba pensando en sus cosas, con la cabeza en otra parte, tan abstraídos del mundo como para no darse cuenta de que dos ojos azules no les quitaban la vista de encima.



Le ardían las muñecas y había perdido la noción del tiempo, no sabía desde cuándo estaba atado. Ya no sentía desesperación por tener los ojos vendados, se había acostumbrado a la oscuridad. No sabía por qué estaba allí, solo había descubierto una cosa… una simple e insignificante cosa, le había dolido, sí, pero no era grave… al menos eso parecía. Desde que fue consciente de ello se olvidó de la claridad del día. Lo habían capturado, secuestrado, o a saber qué, no lo entendía, ¿por que él?

lunes, 1 de septiembre de 2008

Capitulo 1

Hola a todos, hoy es día 1 de septiembre, así que colgaré el capítulo introductorio. En este capitulo teneis dos opciones: o colgais la continuación en un comentario o podeis si quereis enviarmelo por e-mail: eljacker2@hotmail.com y lo subiré yo. Según vayais escribiendo, debeis continuar el trabajo del anterior, es decir, seguir lo último que se haya escrito. El listado de escritores se utilizará más adelante. Ahora podeis escribir en el orden que querais. Se puede subir varias veces si quereis, es decir, escribir más de un trozo por capítulo. El capítulo se cerrará dentro de dos semanas, 14 domingo; y el 15 lunes, se abrirá el capítulo nuevo. Espero vuestra colaboración.
Un saludo, Andrés.
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Un chaval cuya edad rondaría los 16 años caminaba por la acera con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha. Su andar era pesado y lento, falto de ganas. Enfiló la última calle que le llevaría a su casa y se detuvo en el portal.
Rebuscó en los bolsillos de sus pantalones hasta que palpó las llaves, pero al sacarlas se le cayó el móvil. Intentó evitar el impacto con el pie sin éxito; golpeó contra el suelo y bajo varios escalones quedando a poco más de un metro de su alcance. Se acercó corriendo y se inclinó recogiéndolo apresuradamente. La pantalla se había rajado y el móvil se había apagado, o tal vez hubiera quedado inservible.
Abrió la puerta con un humor de perros y se detuvo para darle una patada a esta mientras se cerraba, sin más resultado que un dolor punzante en el pie y ningún alivio.
Subió en el ascensor mientras una rabia interior le recorría el cuerpo y apoyó la cabeza contra el cristal con fuerza. Mantuvo los ojos cerrados hasta llegar a su piso, el quinto.
Suspiró una y otra vez tratando de calmarse hasta que, elevando la mirada, abrió la puerta para entrar en el apartamento.
Apenas dar un paso hacia dentro una voz ronca pero potente resonó por todo el pasillo:
-¡¡Carlos!! ¿Sabes que hora es maldito inútil? Como se te ocurre presentarte tan tarde.
A toda respuesta el chico corrió hasta su cuarto, donde se encerró con llave. Unos pasos se acercaron y a los pocos segundos golpearon la puerta con insistencia mientras gritaban:
-¡Idiota! Como no abras ahora mismo te vas a enterar.
Siguieron aporreando la puerta pero Carlos no articuló palabra ni demostró la mínima intención de abrir. Después de varios minutos de injurias, insultos, amenazas y golpes los pasos se alejaron hasta que solo se oía la respiración agitada de Carlos y el sonido ahogado de la televisión a través de la puerta.
-Algún día te mataré…. –murmuró por lo bajo mientras se levantaba.
No tardó más de dos minutos en encender el ordenador y conectarse a internet. Observó como una ventana le avisaba de que acababa de conectar el msn, y que estaba disponible para sus contactos. Se echó hacia atrás en la silla y esperó. Pasaron los minutos y Carlos se mantuvo impasible ante la pantalla. Hasta que repentinamente se abrió la ventana del chat, iniciando una conversación. Permaneció unos pocos segundos en la misma posición pero finalmente, inclinándose hacía delante, empezó a escribir:
-Hola, Sail.
-Has tardado mucho en llegar, te estaba esperando.
-He tenido que ocuparme de unos asuntos, además como imaginé, hoy no es un buen día para aparecer por casa.
-Comprendo… Intenta evitar a tu padre, siempre te trae complicaciones.
-Eso dejará de ser un problema muy pronto.
-De todas maneras, ten cuidado. ¿Vendrás mañana?
-Probablemente.
-Necesito una respuesta concluyente…
-Por la mañana hablamos, ahora necesito pensar.
Carlos cerró el programa sin dar tiempo a responder al que estaba al otro lado.
Sin ni si quiera desvestirse, se tumbó en la cama y pasó varias horas en vela, con la mirada perdida.



***Cinco semanas antes***



El viento se colaba en la habitación a través de la ventana abierta, agitando unas cortinas blanquecinas. Había poco mobiliario: una cama individual, un escritorio bastante grande, dos armarios empotrados y tres sillas, una plegable. Sobre el escritorio se encontraba un portátil relativamente nuevo encendido.
El sol se estaba poniendo y los últimos rayos anaranjados penetraban en la habitación iluminando tenuemente el suelo y una fracción de la cama. Sobre esta, un chico dormitaba o eso aparentaba a simple vista. Mantenía los ojos cerrados y no hacia movimiento alguno. Pero se mantenía despierto, pensando. Su imaginación vagaba lejos, muy lejos de allí.
Cuando el último rayo de sol mortecino desapareció a través de los cristales, dejando en penumbra la habitación, el chico abrió repentinamente los ojos.
Miró a su alrededor desorientado mientras intentaba organizar sus pensamientos. Poco a poco fue acostumbrándose a la habitación y cuando consiguió situarse se levantó y salió de la habitación sin perder un segundo. Recorrió el pasillo y entró en la cocina, que en esos momentos estaba vacía. Cogió el teléfono y marcó sin vacilar un número.
Un tono, dos tonos… Cuando parecía que no lo cogería nadie se oyó una voz al otro lado del auricular:
-Hola, ¿Quién es?
-Jorge, soy Mike.
-Ah, que bien que hayas llamado, tenía ganas de hablar contigo.
-Este fin de semana he estado muy ocupado, por eso no hemos podido hablar.
-Entiendo… ¿Has llamado por algo en especial o solo para saludar?
-Para decirte “hola” evidentemente.
-No me digas… Conociéndote es completamente imposible.
-Que me estas diciendo, pero si yo nunca he necesitado un motivo para hablar.
-¡Ja, ja, ja!, pues será desde el sábado.
-Vale… Tienes razón. También quería pedirte ayuda con un problema de matemáticas.
-Mike, déjate ya de bromitas, ¿Que ocurre?
-Eh…
-…
-Nada déjalo, tampoco era tan importante.
-Vamos, no puede ser tan difícil.
-Casi que prefiero enseñártelo en persona.
-¿Qué dices? ¿Me lo puedes enseñar?
-Hm… Creo que si.
-Tío, si te andas tanto por las ramas no ha de ser algo pequeño, espero que sea interesante.
-Te aseguró que si, no creo que hayas visto algo parecido.
-¿No habrás matado a alguien, verdad?
-¿Cómo puedes pensar algo semejante de mí? Con la buena persona que soy.
-De ti me espero cualquier cosa, pequeño friki.
-No te pases, que no al final te quedaras igual.
-Tranquilo, ya sabes que te lo digo con cariño.
-Lo último que me faltaba es un novio.
-No te preocupes por eso, tengo muy clara mi orientación sexual.
-Yo no estaría tan seguro.
-¿Qué has dicho?
-Nada, nada, que tienes toda la razón.
-Uy, te la estas buscando. Mañana te vas a enterar.
-Vigilare mis espaldas, además conozco tus debilidades.
-Si… si… venga, mañana nos vemos.
-Eso mismo, hasta luego.
-Adiós.
Mike colgó el auricular y se sentó en una de las sillas que había en la cocina.
-¿Conseguiré enseñárselo? –susurró por lo bajo.
Estuvo varios minutos cabizbajo pensando para sus adentros hasta que finalmente se incorporo y se dirigió de nuevo a su cuarto. Estaba en el pasillo una voz femenina reclamo su atención:
-Mike, ¿Puedes venir un momento?
Este suspiro por lo bajo se dirigió al salón de donde surgió la voz.
-¿Cómo sabías que era yo, mama?
-Tienes una forma muy peculiar al andar. –respondió sonriendo –Reconocería el sonido de tus pasos en cualquier parte.
-Ya veo… -dijo con voz a apagada – ¿Querías algo?
Su madre le miró fijamente y finalmente preguntó seriamente:
-¿Te ocurre algo? Pareces preocupado
-No, nada. Es por el examen de mañana. –respondió con rapidez.
La mujer frunció ligeramente el ceño mientras cogía de la mano a Mike.
-Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea. Si necesitas ayuda con algo, aquí estaré.
-Ya lo sé, mama. –dijo molesto mientras se separaba –me voy a estudiar.
-¿Ahora? –preguntó sorprendida -¿Y que has estado haciendo todo este rato?
-¿Qué crees que he estado haciendo? –respondió cada vez más iracundo –Estudiar evidentemente.
-Está bien, me alegro de que te tomes tan en serio tus responsabilidades. –explicó con orgullo –En media hora cenamos, mientras tanto sigue con el examen de mañana.
-Eso haré. –Con estas palabras Mike finalizó la conversación.
Salió del salón y caminó despreocupadamente hasta su cuarto, pero sus manos le delataban: mantenía los puños fuertemente apretados, hasta el punto de temblarle ligeramente. Una vez entró en su habitación y hubo cerrado la puerta, consiguió relajarse ligeramente al tumbarse de nuevo en su cama.
Dejo pasar unos segundos mientras su respiración se acompasaba y cuando lo consideró suficiente se incorporó con la mirada fija en su ordenador portátil. Una pequeña ventana parpadeaba en la parte inferior de la pantalla. Se incorporó con rapidez y con una pequeña sonrisa dibujada en su cara acercó una silla, y sentándose comenzó a teclear con rapidez.



El agudo pitido del despertador del móvil resonó repentinamente la estancia sobresaltando a Jorge, que dormía profundamente. Aún sin terminar de situarse y con profundo desagrado cogió el móvil y consiguió desconectar de molesto despertador.
Dejó pasar unos segundos mientras la tentadora idea de quedarse en la cama durmiendo en vez de levantarse rondaba por sus pensamientos. Finalmente la desechó porque aunque en un primer momento le pareció buena idea saltarse unas pocas clases, se perdería dos exámenes, y a menos que tuviera una buena justificación le pondrían un precioso cero, justo lo que necesitaba.
Haciendo acopia de toda su fuerza de voluntad se levanto y fue al baño a asearse y hacer sus necesidades.
Varios minutos más tarde, después de lavarse, vestirse, preparar sus cosas y mentalizarse de lo que le esperaba hoy; se encontraba en la cocina terminando de desayunar. Removía desganado la leche con la cuchara mientras sus ojos miraban sin ver. Su ánimo decaía según repasaba mentalmente la lección de sociales y la de inglés. Solo a sus profesores se les podía ocurrir hacer un examen de todo el trimestre con tan poco tiempo de preparación, la única explicación plausible que se le ocurría era habían tenido un infancia bien dura, y ahora lo pagaban con ellos. Lo único que conseguía aliviarle era la conversación de anoche, sentía una enorme curiosidad por lo que tenía que enseñarle Mike. No creía que le fuera a defraudar, era de las personas a las que siempre les ocurrían cosas interesantes, o convertía lo mundano en una historia interesante.
Por casualidad, fijo la vista en el reloj de la pared y se asustó; llevaba un retraso de más de diez minutos.
Se levanto y fue corriendo al despacho de su padre, el cual se encontraba trabajando.
-¡Papa! ¡Que llego tarde! –gritó nada mas verle.
-¡Ostias! ¿Por qué no me has avisado antes?
Jorge se volvió mientras su padre se levantaba sin perder un segundo.
-No me he dado cuenta, se me ha pasado la hora. –respondió abriendo la puerta de casa.
-No pasa nada, aún podemos llegar a la hora. –dijo sin mucha convicción.
-Ojala –el nerviosismo del chicho era evidente, el retraso le pasaría factura. -¿Y Ángela?
-Hoy la llevaba una amiga a clase.
A primera hora tenía el examen de sociales, y si llegando a la hora los terminaba de milagro, a pesar de que el profesor les regalaba unos minutos al final. Llegando tarde prefería no pensarlo…
Una vez fuera, corrieron hasta el coche y salieron sin perder tiempo. A pesar de que la suerte estaba de su lado y cogieron la mayoría de los semáforos en verde, además de que el tráfico escaseaba, no pudieron evitar llegar cinco minutos después de que sonara el timbre.
-Hasta luego, hijo –se despidió su padre desde el asiento del conductor mientras Jorge se esforzaba por salir como si le fuera la vida en ello.
-Adiós –farfulló mientras cerraba la puerta y empezaba a correr hacia la entrada.
Alcanzó la clase en tiempo record, después de una carrera de la que en otras condiciones, ni se la hubiera imaginado. No se había cruzado con nadie en el pasillo, mal augurio.
Abrió la puerta del aula y entró, haciendo el menor ruido posible al cerrarla.
-Buenos días –saludó con una voz apagada y muy poco convincente.
Por toda respuesta la profesora le señalo su pupitre, donde el examen le esperaba con las mejores intenciones del mundo. Cuando se trata de exámenes el humor es clave, a menos que quieras entrar en estado de depresión y nerviosismo con su clara consecuencia: quedarte en blanco.
Cuando tomó asiento y por fin, empezó a leer las preguntas, una repentina sensación de alivio le recorrió todo el cuerpo. Se sabía las respuestas. Después de unos segundos de reflexión empezó a escribir sin preocuparse del tiempo ni nada externo, solamente recreaba en su mente la Primera y Segunda Guerra Mundial.

Sonó el timbre marcando el final de la hora y pegando un susto de muerte a Jorge. Se había ensimismado de tal forma que no existía nada más que él y su examen. En los pocos minutos que regaló el profesor, anotó unas cuantas cosas más y con una sensación de bienestar inconmensurable entregó el examen.
Al salir de clase se encontró con varios compañeros de la clase contigua. Busco con la mirada a Mike, pero no lo vio entre ellos. Se asomo a la otra aula para ver si estaba: recorrió con la mirada toda la estancia pero no lo vio por ningún lado. No se le ocurría donde podía haberse metido; tal vez había ido al baño o el profesor le hubiera mandado a por fotocopias y aún no había vuelto. Desechó estas ideas y decidió preguntar por él. Entró en la clase y vio a Carlos, no era muy hablador, más bien solitario; pero se llevaba muy bien con Mike y de vez en cuando habían hablado. Caminó hasta situarse en el pupitre de su lado y se sentó.
-¿Qué pasa, Carlos? ¿Cómo te va?
Este se giro hacia Jorge, y después de evaluarle con la mirada, respondió sin énfasis:
-Ah, hola. Bien, un asco de día, como siempre.
-Ya –dijo intentado sonreír para romper el hielo. –Yo acabo de salir de un examen, así que imagínate. Pero, por casualidad, ¿sabes donde está Mike?
Tomándose su tiempo para responder, respiro hondo y se reclino en su silla.
-Pues ahora que lo dices… no le he visto. Creo que no ha venido hoy.
-¿No ha venido? Joder, hablé con él ayer y me dijo que vendría.
-¿Eso dijo? –preguntó mirándome fijamente
-Eso creo, bueno, tal vez no con esas palabras.
-Tendrá sus motivos –comentó apartando la mirada y volviéndose a su cuaderno.
-Si, supongo… Bueno me voy, gracias. –dijo mientras se levantaba.
-Siempre es un placer –se despidió sin levantar la vista.
Salió de clase preocupado, y después de pensarlo un rato, cayó en la cuenta de que podía llamarlo. Cogió el móvil y después de buscar el número de Mike en la agenda, pulsó el botón de llamada y espero a que sonara. Al cabo de unos segundos saltó el buzón de voz, estaba desconectado o fuera de cobertura. Cejando en su empeño, Jorge guardo el móvil y decidió preocuparse por Mike cuando acabaran las clases. Aún le quedaba el examen de inglés a última hora. Que consuelo.


En cuando el timbre dictaminó el final de la clase, interrumpiendo la explicación sobre como resolver unos problemas de trigonometría, todos los alumnos se apresuraron en salir del aula. Jorge, aunque fue de los primeros en recoger todas sus cosas, se demoró para salir. Prefería perder un minuto, a recibir empujones de los que ansiaban irse.
En el pasillo encontró a un grupo de estudiantes, con los que coincidía eventualmente en clase de química y se llevaba bien. Tuvieron una breve charla el trecho que hicieron hasta la puerta del edificio. Justo antes de traspasarla notó que alguien le daba unos golpes en la espalda y se giró sobresaltado. Allí se encontraba su hermana, Ángela. Era solo un año menor que él, aunque medían casi lo mismo. Jorge era algo bajo comparado con la mayoría de sus compañeros.
-¡Ángela! Hola, ¿qué tal el día?
-Muy bien –respondió mostrando una preciosa sonrisa. – ¿Sabes si nos vendrán a buscar?
Jorge se detuvo a pensar unos instantes.
-Pues… no me han dicho nada. De todas maneras yo tengo que ir a casa de un amigo.
-¿Qué amigo? –preguntó sumamente interesada
-Mike, estaré un rato con él y luego volveré caminando.
Ángela abrió los ojos al escuchar el nombre de su amigo y se apresuró a preguntar:
-¿El chico que siempre va con Carlos?
-Si… ese mismo –respondió, confuso por su reacción.
-¿Me dejas acompañarte? No creo que le importe.
Su petición choco a Jorge, no contaba con ello-No se si deberías…
-Venga, anda. No voy a hacer nada.
-Ya, ya, pero… –Intentaba ganar tiempo para pensar. No sabía si al estar su hermana delante, Mike pudiera enseñarle lo que hubiera descubierto.
-Nada de peros. Yo siempre te hago favores, ¿que te cuesta que te acompañe?
Jorge echó una mirada en derredor y vio a Carlos mirándolos fijamente, sonriente. Le dieron ganas de gritarle: << ¿Y tu que miras?>> Pero volvió a fijar la vista en Ángela y dijo para zanjar la conversación:
-Está bien, vamos. Pero es subir, saludas y te vas. Nada de quedarte.
Ella le miró sin pestañear.
-Diez minutos.
-De acuerdo. –aceptó derrotado –Vamos.Cruzaron sin más dilación la salida y cogieron el camino más corto hacia la casa de Mike. Jorge con curiosidad de saber y Ángela, por otros motivos más propios de ella.