sábado, 1 de noviembre de 2008

Capítulo 5

En el capítulo anterior ha habido una participación realmente baja, en parte se perdona por los examenes, pero os lo pido por favor, ponedle un poco mas de ganas, se necesita gente, que os recuerdo no hace falta que escriba como un profesional, solo ponedle ganas e iniciativa. Muchas gracias a todos y escribid!!!!

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Apenas escucho Jorge las confusas explicaciones de su hermana, decidió que esa misma tarde acudiría a casa de Guillermo. Recordó que Julia conocía la dirección y confió en poder convencerla para que lo acompañase un momento,…sólo un momento. Prefería que nadie del instituto lo supiese, y menos aún esa Giselle que acababa de llegar y si bien le daba confianza como profesora, le ofrecía escasa confianza general. Parecía una de esas personas que podía utilizar con amplificada y maligna precisión cualquier información que le llegase de cualquier persona. Ni siquiera se lo dijo a su hermana tras convencerlo la excusa de que había pasado ya una noche alterada.

Así que arrancando con explosión atlética recién sonaba el timbre del patio, sorteando en slalom los alumnos que salían de las aulas de ESO como balizas móviles y apremiando al conserje para que abriese la puerta, llegó a la cafetería –esta vez no se equivocó- cinco minutos antes de que apareciera Julia rodeada de alguna amiga más. Como había conseguido ese sitio estratégico, la pudo abordar antes de que el pie pisara el interior.

-Julia, ¿tienes algo que hacer esta tarde?
-¿Eh? No, mira, chico, no te equivoques…

Las amigas, tras pararse un segundo, siguieron andando mientras modelaban un significativo “uyuyuy…”

-Guardadme sitio, que ahora voy.
-No, no, Julia, no te lo decía por eso, es por si me podías acompañar a casa de Guillermo.
- ¿Cómo dices?
-Sí, te explico –sudaba Jorge por dar a su voz un tono calmado e interesante- cinco minutos sólo, te lo prometo. Es que están pasando cosas raras.
- ¿Cosas raras? Oye, chico, a mí no me metas en fregados, ya me lo llevará la nueva ésa el trabajo.
- Julia, cinco minutos sólo, por favor –extrañamente la voz de Jorge sonaba calma- Si no es que pase nada, pero entre que no encontramos a Mike, lo de Guillermo y que a mí hermana esta noche la han atacado pues estoy preocupado, sobre todo por Ángela.
-¿Tu hermana es Ángela? ¿La morenita tan simpática de cuarto? –se le iluminaron los ojos a Julia.
-Sí.
-Bueno, ¿y que quieres que haga yo? ¿Con qué excusa quieres ir?
-No sé, darle el pésame y ver si sabemos qué ha pasado. Cinco minutos sólo. Te lo prometo.
-Uffff, promesas de chicos,… -sonrió Julia- En fin, vale, pero si veo algo raro o pasan más de cinco minutos cojo y me voy. ¿Te queda claro?
- ¡Gracias! –se desvió Jorge hacia la función expresiva- A la salida entonces, a las cinco. Y me voy, que te dejo con tus amigas.

Hasta las cinco quedaban dos clases, una hora para comer y dos clases más. Un par de ellas eran prácticas en grupo y pudo convencer al resto de que no se sentía bien y que trabajaran por él. En otra vino un profesor de guardia que los dejó tranquilos y en la última de la tarde se enfrentó con ojos abiertos y mente cerrada a una enrevesada explicación sobre genética de poblaciones.

Y por fin, corriendo como era costumbre en él desde hacía dos días, alcanzó la puerta antes de que llegara Julia, a ver si se le iba a pasar.

- Ya estás aquí, ufff, miedo me das. Que si pasa algo me voy, ya te lo he dicho.
- No te preocupes mujer, ya procuraré yo que no pase nada, déjame hacer a mí.

En el breve camino hasta casa de Guillermo ella le fue guiando y él explicándole brevemente las ideas que se le habían ocurrido en las cuatro horas de clase.

-Mira, si vas a dar el pésame de parte de sus alumnos nadie se extrañará. Es lo más normal del mundo. A partir de ahí, deja que yo piense lo que más convenga, si en cinco minutos no saco nada en claro, nos vamos. Si ves que estoy triunfando, dame un tiempo de propina.
-Uyyy, chico, esas no eran las condiciones, pero bueno, todo sea porque tú hermana me cae bien.

El edificio que Julia recordaba era –como había visto el día anterior, el último que se abría antes del parque-. De él lo separaba un descampado montañoso con algunas cuevas y refugios tapiados que decían que habían servido de escondrijo durante la guerra civil. Otro ejemplo de edificios del desarrollismo de los setenta, como el cercano de los padres de Mike- con la particularidad de que es éste se encontraba en la ciudad.

-Sí, estoy segura de que es éste –afirmo Julia.
-Pues mira el reloj. Cuando lleguemos arriba y nos abran, cinco minutos.

El escollo del portero fue sorteado con elegancia:

- Hola, venimos a dar el pésame a la familia del profesor Guillermo Serés. Somos alumnos.
- Pobre Guillermo –articuló medio adormilado- No sé si hay alguien en casa. Estos días entran y salen a todas horas. En todo caso probad. Es el ático 21ª

En el ascensor, y hasta que no apretó el timbre, julia fue exigiendo tranquilidad a Jorge. Les abrió un sollozo que se apagó del todo al encenderse la luz del recibidor.

-Buenas tardes, señora –la calibró Jorge a toda velocidad y vio edad muy avanzada, ojos llorosos, luto-. Queríamos dar el pésame por la muerte del profesor Serés ¿Usted era su madre, verdad?
-Sí, hijo, sí –se volvió a despertar el sollozo- muchas gracias. Pero pasad, pasad, nos os quedéis ahí en la puerta.
- No gracias, no queríamos molestar –añadió Jorge mientras pensaba como conseguir entrar en casa sin parecer descortés.
- ¡Dios mío! ¡Cómo vais a molestar! –parecía totalmente un ruego-. Además estoy sola, mi nuera se ha ido a arreglar unos papeles de la autopsia y el alemán ha dicho que no volvía hasta la noche.

A Jorge, entonces, se le encendieron varias luces. Se decidió por la primera.
-El caso es que Julia hacía un trabajo con él y necesitaba unos documentos. El pobre señor Serés le había dicho que podía venir a recogerlos.
-Veis, hijitos, pues pasad. Yo no sé de todo eso, pero igual está en su despacho.

Una ojeada de segundos al despacho del que fue su profesor, amplio y con salida al balcón, no les descubrió nada, aparte de que guardaba un orden estricto.

- No, la verdad es que no vemos nada del trabajo de Julia, pero está todo muy ordenado.
- Uy, no penséis que mi hijo era así. Ha sido el alemán quien ha puesto orden.
- Julia –se exaltaba ya Jorge-, ¿Cómo se llamaba el escritor sobre el que tenías que hacer el trabajo?
- Von Kölberg, o algo así.
- Ese, ese es el alemán –cerro la señora el círculo.
- ¿Y era amigo de su hijo? Que curioso,… -replicó Jorge ya totalmente acelerado- ¿se conocían?
-Uyyy, sí, venía mucho por aquí últimamente. Pero espera. Mi hijo guardaba en otro cajón del comedor los papeles que revisaba por la noche. Era este, mirad a ver si los veis.

Y allí había algo, vaya si lo había. Jorge descubrió dos carpetas. Al abrirlas observo que en una de ellas había varias palabras subrayadas: “parque de atracciones” “sótanos activos” y un número de cuenta bancaria eran las tres marcas más destacadas. En la segunda carpeta había un dossier del que sólo pudo ver el título: “Aplicación de las teorías de Von Kölberg a España: Fundación de la nueva Era”

-¡Sí! –gritó sorprendido Jorge- Son estas, mire señora, el alemán sobre el que trabaja la chica. Nos las llevamos sólo para hacer fotocopias. Se las devolveremos

Cuando Julia le susurraba que ya llevaban cuatro minuto y medio, él inició la despedida.

- Lo siento, señora. Hemos de marchar. Tenemos reunión a y media en el instituto
- Vaya, qué lástima, Le diré a mi nuera que habéis venido.

Ya en la puerta, Jorge apostó con fuerza en una última baza.

- Lamento lo que ha pasado, señora, pero es que a nosotros no nos han informado. ¿Cómo murió su hijo?

La mujer lanzó una triste mirada a Jorge. Abrió ligeramente la boca, como si fuera a decir algo, pero no pronunció ni una palabra.
Jorge aguardado dubitativo durante unos segundos, hasta que decidió preguntar:
-¿Le ocurre algo, señora?
-No te preocupes, hijo. Es solo que no creo que os haga ningún bien contándoos lo que le ha pasado a Guillermo. Y menos a vosotros.
-¿Tan malo ha sido?
-Así es, gracias a Dios el señor Kölberg se ocupo de todo –bajó la mirada intentado ocultar una lagrima que resbalaba por su rostro.
Jorge no sabía que pensar. Por un lado sentía una curiosidad irrefrenable por averiguar lo ocurrido, pero por otro lado empezaba a notar un cierto temor, comenzaba a asustarle lo que pudiera haberle pasado. Con una ligera opresión en el pecho decidió no molestar importunar más a aquella mujer.
-Lo comprendo. No se preocupe por esto, señora Seres. Guillermo era muy querido, como profesor y como persona. Solo quería entender un poco mejor lo que le había ocurrido.
-Hasta luego, y de verdad, siento mucho lo de su hijo -dijo Julia mientras abría la puerta.
La mujer observó apenada como los dos traspasaban la puerta, y a modo de despedida añadió:
-Jorge, no pienses demasiado en Guillermo, solo te apenarás más, y muchas gracias por vuestra visita, os lo agradezco.
-No ha sido nada -dijeron ellos.
Jorge y Julia empezaron a bajar las escaleras de vuelta a la calle y escucharon el fuerte eco que hizo la puerta al cerrarse, marcando el principio de muchas dudas, pero también de otras tantas respuestas.
No llegaron si quiera al portal cuando Julia preguntó meditabunda:
-¿Te han servido estos cinco minutos?
Jorge respondió con el tono más jovial que fue capaz, sin que llegara a sonar intencionado:
-Bastante, aunque más por la conversación que por otra cosa, en el despacho vi algo que me esta rondando por la cabeza y ese alemán me empieza a parecer algo sospechoso. –Levantó la barbilla mirando al cielo mientras iba relacionando ideas.
-¿Te refieres a Von Kölberg?
-Ese mismo. Hay que ver que mal se me dan los nombres extranjeros. –dijo con una sonrisa.
-No te creas, a mí también me costo lo suyo. Pero ahora que dices eso del alemán, los textos que leí, siempre eran de temas muy rebuscados, e incluso extremistas muy extremistas.
-¿Qué quieres decir con extremistas? –pregunto Jorge con curiosidad mal disimulada.
-Pues… sobre la incapacidad de las personas para hacer lo que está bien, de que solo unos pocos tienen la capacidad para estar por encima de otros, es decir, que deberían existir diferentes castas. Pero lo malo no es eso, sino que piensa con una moralidad digamos, inexistente. Hay algo que esta muy claro en sus escritos: el fin justifica los medios.
Jorge prestó la máxima atención a las palabras de Julia, pendiente solo de ella.
Nada más terminar, algo terminó de encajar en su mente.
Algo que no podía ser. Algo que era demasiado improbable. Algo que si fuera verdad, podría causarle muchos problemas.
Pero tenía que averiguarlo, tenía que saber que demonios estaba ocurriendo en su vida.

9 comentarios:

xavier anglada dijo...

En ese momento Angela estava caminando por una adresa para ir a su casa ,quando oyó un ruido en su espalda.Dió media vuelta y vió un gato negro que la mirava fijamente.Como no le gustavan los gatos ,lo echó fuera i vio que debajo de el habia un papel.Lo coguió y leyó:
-Angela si tu y tu hermano no dejais de meter las narices donde no os conviene, vereis las consecuencias.
Al acabar de leer, comprendió que lo que le pasó la noche anterior fue cierto,i que el misterio de Mike tan solo era el principio

Darkreagon dijo...

Bien, todo seguira el esquema anterior, el capitulo finalizará el día 15 de noviembre sabado. Y se haran las correcciones necesarias.
Muchas gracias y animaos a seguir escribiendo.

Jordina dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jordina dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Darkreagon dijo...

Por ahora bien. Jordina, no se si querias escribir esto o te lo has dejado:

"A.V.K. Al labo de estas había otras cuatro letras:"

Esas cuatro letras que mencionas son "A.V.K:" ¿o no las has puesto?

De todas maneras esta muy bien.

Gracias!

Jordina dijo...

No las he puesto. Perdón por no ser más explícita ^^'.

Jordina dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jordina dijo...

Encontrarse una nota en ese instante era lo último que se esperaba. Ese hecho le confirmaba que estaba siendo vigilada y que, encima, le seguían. De regreso a casa no cesó de escrutar su alrededor con la mirada, pero fue en vano ya que no vio ni un solo movimiento. Eso le puso más nerviosa aún porque percató en que quien le seguía era suficientemente profesional para que él no se diese cuenta de su presencia. Intentó disimular su nerviosismo, con poco éxito, pero a la vez descargaba su rabia por la impotencia de la situación apretando con fuerza la notita, que había guardado justo después de leerla en el bolsillo de su chaqueta negra, con la mano derecha.

Al llegar a su casa, con las mejillas sonrojadas del frío y la rabia, después de un breve saludo a su familia i de unas respuestas monosilábicas a las preguntas rutinarias de su madre, Ángela se encerró en su habitación y sacó del bolsillo la misteriosa notita. La examinó muy detenidamente e intentó encontrar en ella alguna respuesta o algún tipo de señal, pero… Justo cuando estaba a punto de desistir, se dio cuenta de que, a parte de las arrugas causadas por sus apretones, había otro tipo de rugosidad en el papel. Era muy pequeño, pero suficiente para que Jorge pudiera distinguir dos banderas y unas siglas. La primera bandera estaba claro que era la de Alemania, pero la segunda no le sonaba de nada. Rápidamente cogió una silla, se sentó delante del escritorio y encendió su portátil, abrió Internet y se puso a buscar la bandera desconocida. Lo primero que se le ocurrió fue buscar una bandera de algún país, pero no fue así. Después, cayó en la cuenta de que quizás era otra bandera alemana cuyo paradero desconocía y buscó siguiendo esa hipótesis. Al poco rato la encontró. Era la bandera del Estado de Bremen, al noroeste de Alemania. Por lo referente a las siglas, Jorge no tenía ni idea de lo que podían significar, eran: A.V.K. Al labo de estas había otras cuatro letras:

pulpiyos dijo...

FNSB.

Estaba confusa. No entendía nada y le ponía más nerviosa el caminar eléctrico de su hermano por el pasillo manejando impulsivo unos papeles. Era viernes, ni había clase ni deberes para el día siguiente, así que decidió entretenerse rastreando conexiones por Internet. Fue todo una fracción de segundo. En el justo momento en que apretaba el botón para acceder a las siglas misteriosas de la nota, su hermano se paró en el pasillo, casi frente a su puerta. La fracción de segundo que sucedió entre esa parada y las listas rojas y blancas a las que bordeaba una serpiente que parecía comerse su pantalla. En la esquina inferior derecha un reclamo en mayúsculas: AD VITA KAISER. En el borde superior derecho algo que interpretó como un nombre de persona. No se había cerrado la fracción cuando asaltó con la voz a su hermano:

-Jorge, ¿cómo se llama el alemán?
-Ángela, por Dios –se difuminaba su voz al entrar por la puerta-, estoy intentando concentrarme ¿De qué alemán me hablas?
-El que me has dicho antes que iba a casa de tu profe de filosofía, ése, ¿cómo se llama?
-Ayy Ángela, ¡qué pesada eres! –remarcó Jorge cada letra- Von Kölberg.
-Ven un momento. Creo que sale aquí.

A pesar del día de fiesta, consiguieron convencer a sus padres de que había una actividad colectiva el lunes en el instituto y de que era esencial que la realizasen juntos. Así los dejarían tranquilos. Sobre todo a Jorge, consciente de que cada lectura de los papeles que había sacado de casa de Guillermo podrían ayudarle a encontrar a Mike. Tras observar la nota, la misma bandera del anónimo y el nombre de Von Kölberg en el ordenador de su hermana, se tumbó en la cama consciente de que iba a ser una larga noche.

La primera imagen que los asaltó al encontrar el nombre del filósofo en Google tenía comentarios en alemán. Les costó trabajo y páginas llegar a una información en español. Y cuando la alcanzaron era una breve reseña en un foro de una extraña asociación uruguaya. El Cóndor de Fuego parecía llamarse, y entre mensajes apocalípticos y antisemitas alguien comentaba la detención, la huida y la desaparición de ese pensador alemán que quería “renovar la figura del constructor de occidente”. Tanto Ángela como su hermano, fotografía tras fotografía, descubrian al mentor de Guillermo. Aparecía constantemente, aunque lo normal es que se fueran repitiendo tres imágenes casi icónicas. Una de ellas era la de la entrada en algo que parecía un edificio oficial, escoltado de policías que parecían enfurecerse con un grupo de jóvenes también de uniforme. Su gesto era más que violento, duro. Otra de ellas era seguramente un busto de pestaña de libro: se le veía con un traje anticuado que contrastaba con la calidad moderna de la fotografía, un cabello rubio casi platino encasquetado en la cabeza y unas gafas de pasta. La última –aparecía con menos profusión y en páginas de diseño irregular- era la más misteriosa, por vulgar; aunque no se veía el mar el espacio era indudablemente el de una playa bastante rocosa. Aparecía el sólo, bastante lejano, con un niño de unos tres años en las rodillas.

Ángela trabajaba más las fisonomías y fue la que lo expresó al azar.

- El otro día me saludo por los pasillos del insti una chica que se le parecía.
- Ya está –saltó el grito de Jorge-. Ya está. Es igual que Giselle, es igual que Giselle, hostia…
- ¿Quién es Giselle?
- La nueva, la sustituta de Guillermo…
- Chicos –advirtió su madre al entreabrir la puerta-, no sabéis como me gustan esas exaltaciones por los estudios, pero me voy a dormir, y como me despertéis, os dais por castigados tantos días como la hora que sea…
-Sí, sí, sí, perdona mamá –Ángela era su ojito derecho- nos vamos ya enseguida dormir… Buenas noches.

Mientras la conversación se producía, Jorge disimulaba pasando hojas en las carpetas que había sacado de casa de su profesor. La casualidad hizo que viera casi juntos el nombre de Carlos y el de Mike –Miguel, eso sí, rezaba el papel-. Era un mero recorte de papel, como un apunte de ideas que después se iban pasar a limpio. Aparecía una fecha, el domingo anterior, justo el día antes de la desaparición de Mike, varios nombres –entre ellos el de Von Kölberg, y una extraña anotación: “a Carlos, pase de halcón, a Miguel, darle la cruz”. También se dio cuenta de que otra letra y otro bolígrafo diferente habían escrito en un margen: “hablar atentado”.

Con todo, lo que más le extrañó a Jorge fue que detrás del recorte aparecían varios planos, algunos reflejaban calles, otros eran láminas de arquitectura.

- Ge –así solía llamar de pequeña a su hermana-, ¿entiendes esto?
- A ver,… ésta es la calle del insti ¿no? Mira aquí pone el nombre.
- ¿Y por qué está tachada?
- No está tachada, tonto, es como un recorrido por las calles. Mira, y acaba…
- ¿Esto qué es?
- Pues si me sitúo, espera- seguía Ángela el rastro con el dedo, pero su hermano acabó antes.
- ¡Es el parque de atracciones!, ¿verdad?
- Ssssssss, sí, vas a despertar a mamá
- Ángela, ¿dónde dijiste que te habían atacado?
- Cerca del tunel del terror… Yo venía de…
- Que estaba en la esquina de abajo del parque, ¿no? –le interrumpió su hermano
- Eso es.
- Pues ahí es donde la línea termina.

Mientras, Mike dormía estirado en el suelo. Un par de horas después, justo cuando se acostaban los dos hermanos, alguien abriría la puerta de su sotano. Alguien que la penumbra volcaba en indefinición: podía ser tanto Giselle como Von Kölberg.