miércoles, 15 de octubre de 2008

Capítulo 4

Saludos a todos. Hoy comienza capítulo nuevo, de desarrollo. Estamos aproximadamente por la mitad del relato. En uno o dos capítulos más empezara el desenlace y en nada habremos acabado la historia. Cuento con todos vosotros.
Gracias!


------------------------------------------------------------

Jorge se dirigía con rapidez hacía su próxima clase. La nueva profesora le había sorprendido gratamente, su peculiar “presentación”. En el fondo reconocía que por un momento había visto venirse abajo sus posibilidades de aprobar, pero después de todo, no todo es tan malo como parece.
Estaba llegando a su aula pero se detuvo al escuchar unas voces que salían por un departamento. No pudo evitarlo. El nombre de su profesor de filosofía, Guillermo, que hacía las clases de lo más entretenidas, le clavó en el suelo como una estatua. Se acercó despacio, y se afirmó aun más su curiosidad al ver por la rendija de la puerta a varios profesores, entre ellos el director. Otros alumnos más que pasaban por allí, se detuvieron al verle tan concentrado junto al departamento de filosofía y se acercaron a ver que ocurría.
En la estancia interior, sin sospechar que tenían oyentes, a los que se iban sumando más, comentaban un tema peliagudo.
-… no tenía otra opción. Esa mujer ha llegado en el momento apropiado. Sus referencias son ejemplares y tiene experiencia en diferentes centros. –explicaba el director.
-Entonces no hay nada que objetar, esperemos que las cosas no se alteren y que todo lo que hemos hablado con salga de aquí, era un hombre muy querido. –dijo el jefe de estudios.
Jorge oyó como varios murmullos se alzaban a su alrededor.
-Aquí lo dejamos. La ausencia de Guillermo se hará patente durante las próximas semanas, pero espero que al cabo de unos pocos meses, Giselle se haya acostumbrado a dar clases aquí, es una excelente profesora.
-No lo dudo. –dijo la jefa del departamento de filosofía. –He hablado con ella sobre su estilo de llevar clases, y no pongo en duda de que lo hará bien.
-Bien, en ese caso, tengo que irme, aun me queda mucho papeleo y el caso de Guillermo ha sido algo totalmente inesperado. Tengo que llamar a su familia para darles mi pésame.
El corazón de Jorge dio un vuelco y un escalofrío le recorrió el cuerpo. Intento abrirse paso entre la masa de estudiantes que empezaban a correr las noticias. En breves todo el mundo sabría lo ocurrido pero, ¿qué le había sucedido?

Intuía que la administración del centro trataría el asunto con total ignorancia y máxima discreción, así que –casi olvidando su obsesión por Mike-, decidió acudir a fuentes más certeras. Recordó que Guillermo tutorizaba un trabajo de investigación a una chica de la clase de Carlos y de Mike y hacia allí se dirigió. Tuvo que sortear a alumnos de la ESO que le obstaculizaban desde su poltrona en pleno suelo o que jugaban estúpidamente a pegarse. Recordó que esa chica se llamaba Julia Álvarez, pero alcanzado el objetivo de su aula se percató de que se había entretenido lo suficiente como para que el profesor ya hubiese empezado tras el cambio de clases. Tenían castellano, un barbudo inconsistente y malhumorado cuya única virtud era ser mínimamente ordenado en sus historias.

Tendría que ser en la hora del patio, pensó, mientras recibía la reprimenda de un profesor de guardia que sustituía precisamente a Giselle en su grupo. Le costó encontrarla después. Sus compañeros le indicaron que solía salir del instituto para ir a una cafetería que estaba un par de calles más abajo pero entre que se equivoco de calle y que la cafetería estaba a rebosar de estudiantes, no la distinguió hasta que quedaban diez minutos para que las clases recomenzasen. Iba a ser día de correr.

-Tú eres Julia, ¿verdad? –se disculpó
-Sí,- afirmó mientras lo reconocía y se extrañaba
-Te llevaba el trabajo Guillermo ¿verdad? –se trataba de ser rápido y efectivo.
-Sí –notó que tardaba unos segundos en responder-, ahora la alemana esa, claro…
-¿Y sabes que le ha pasado a Guillermo?
-¿Por qué? –Jorge no la notó a la defensiva y le dijo la verdad.
-Nada, es que he escuchado al director por casualidad y lo daba como palmado.
-Joder, qué fuerte. No sé, no sé nada.
-Le escribiste…
-Espera –lo cortó Julia-quedan tres minutos para entrar y como no nos demos prisa recibimos bronca de conserje, guardia y profe sucesivamente.
- ¿Me dejas que suba contigo? Un minuto más necesito.

Sí, estaba siendo día de correr. En ese minuto se informó de que sí, de que Guillermo usaba un mail para sus contactos con los alumnos, de que Julia había ido una vez a su casa a finales del curso anterior para recoger un par de libros y de que podía decirle casi con total seguridad cuál era su dirección, no muy lejos del instituto, la última casa antes del parque que estaban desmantelando. Corría aún por su habitación el papel en que la había apuntado a lápiz. Mañana mismo se la traía.

La despedida, corriendo por los pasillos al mismo ritmo que los profesores ponían orden le aportó un par de datos a los que no dio importancia, preocupado por acabar cortésmente la conversación.

-¿Y sobre que iba el trabajo?
-Ufff, un peñazo. Pero era muy bueno como tutor, estaba contenta yo. Iba sobre traducciones de filosofía. Me tenía que guiar por una que hizo él de un tal Von Kölberg o así. Espero que la pava esta no me lo cambie ahora que ya llevo casi la mitad.
-Pues la mitad de la nota vas a tener como no entres ya en clase Julia –precisó el amable profesor de inglés en la puerta del aula.

A Jorge aún el quedaban un par de aulas para llegar a la suya. No creo que se lo cambie, pensó, total Giselle también es alemana.

Ángela corría calle abajo. El viento de alborotaba el pelo y se lo echaba a la cara tapándole la visión. La cuesta estaba próxima a terminarse y poco a poco fue bajando el ritmo. Se detuvo a escasos metros del parque de atracciones. Era una pena que lo cerraran, le tenía mucho cariño. Tenía una corazonada, a lo mejor era cierta... o a lo mejor no, pero algo le decía que era un buen lugar por donde empezar a buscar. Aquel parque de atracciones era uno de los lugares favoritos de Mike. Ojalá todo eso no fuese más que una paranoia sin fundamento y realmente estuviese con su padre. Lo que más deseaba en esos momentos es que esa creencia fuera cierta, pero algo en ella le decía que no era así. Una especie de empatía hacia Mike la perseguía desde hacía unos meses. Al principio no sabía que era, y todavía ahora no estaba segura de si desde un principio fue amor… sentía como si algo dentro de el le hablase. Suspiró para dejar escapar esos extraños pensamientos y saltó la valla del parque. Ya había pillado práctica, no era la primera vez que lo hacía. Cayó al suelo sin muchos percances, solo un par de raspones en las rodillas, sin más importancia. Se incorporó y miró en derredor. Todo estaba inquietantemente tranquilo. Para ser tan temprano había poca luz, el cielo estaba oscuro y encapotado y algunas tímidas gotitas de agua empezaban a caer. Un escalofrío recorrió su espalda. Se frotó los brazos para entrar en calor.


Avanzó sigilosamente por el parque desierto. El escenario era el propio de una película de terror. El viento agitaba las rabas de los arboles, las hojas hacían remolinos en el suelo y el día era lúgubre y gris. Aquello no le daba buena espina, sabía que algo malo iba a pasar… aún así tenía que hacerlo, sentía como Mike la llamaba a gritos desde alguna parte.
El chirrido de un tiovivo la asustó. Aceleró el paso con el corazón en un puño. Miró hacia todos lados buscando un indicio por pequeño que fuera, de que Mike había estado allí. Iba andando sin mirar delante de sus pies y con los nervios tropezó con un pedrusco y calló de bruces al suelo. Cuando se recupero del golpe vio unas gotitas de sangre. Al principio pensó que le sangraba la nariz pero luego se dio cuenta de que no era suya. Siguió el pequeño rastro. Iba a trompicones, aparecía y desaparecía y siempre en mínimas cantidades. Terminó en la casa del terror. Desde luego era macabro. Holló algo extraño, como el eco lejano de un grito.

Carlos la había seguido todo el rato, tan discretamente que ella no se había percatado. Su nueva condición era verdaderamente extraordinaria, no dejaba de sorprenderle. Ángela se había percatado del rastro. Que ingenua era… le resultaba adorable que cayese en un truco tan simple. El cazador tenía a su presa bien arrinconada y ella no lo sabía siquiera. Carlos se miró la palma de la mano. Un rayita rosada la atravesaba, era el resultado del corte que se había hecho pocas horas antes. Ya casi no había rastro de el… excelente. Cuando Ángela se paró Carlos saltó para colocarse justo detrás suya.
- No deberías estar aquí, tienes clases ¿no es cierto? No te pega ser una chica mala y saltártelas.- rodeó la cintura de Ángela con los brazos y apoyó el mentón en su hombro aspirando el agradable aroma de su pelo. Siempre había deseado hacer eso.
- ¿Carlos?- aquella voz le sonaba era el amigo raro de Mike. Me has asustado…- se revolvió incomoda.
- ¿Que pasa, te disgusta?- la giró bruscamente para que se quedase frente a el. La agarró de las muñecas haciendo demasiada presión,, aún no controlaba sus fuerzas. Ángela estaba al borde del llanto.
- Déjame…- susurró. Los ojos de aquel chico le daban pavor. No eran humanos.
- Nunca te soltaré, no creas que podrás liberarte tan fácilmente.- le apartó el pelo de la oreja para susurrarle con una voz cavernosa.- ahora eres mía, me perteneces, eres mi juguete.
Le golpeó en la nuca y Ángela calló en sus brazos sin conocimiento. Se oyeron unos pasos acercándose.
- Déjala. ¿a que te crees que estas jugando? No empeores las cosas.
- Yo se lo que me hago.
- No, tú no sabes nada. Eres solo el fruto de nuestra sabiduría… no estas maduro aún. Y no permitiré que hagas lo que te venga en gana.- sentenció con firme acento alemán.
- Como usted diga Körblger.
- Bien, dame a la chica.- Carlos se la tendió a regañadientes.- serás castigado por esto, tu misión no era asustarla y casi desnucarla.
Carlos bajó la vista y cuando tubo fuerzas para levantarla otra vez Körblger ya no estaba.

Ángela despertó sobresaltada. Parpadeó un par de veces para acostumbrarse a la luz. Comprobó perpleja que estaba en su cuarto. ¿Había sido un sueño? No, no podía ser… aquellos ojos eras tan reales… y su ropa aun estaba algo húmeda por la débil lluvia. Desde la entrada de la casa escuchó la desesperada voz de su hermano preguntando por ella.

Ángela se levanto de la cama, aturdida, bajó las escaleras para ir a ver a su hermano. Su hermano estaba allí, preguntando por ella, preocupado.

- Ángela! donde te habías metido? te estaba buscando para volver a casa y nadie sabia nada de ti! - dijo Jorge con un tono enfadado.
- No estoy muy segura...lo recuerdo bastante mal...- dijo ella.-
Su hermano la cogió del brazo con esmero y se la llevó para que le contase lo que habia pasado. Y así ver si sus sospechas iban bien encaminadas.


Mientras tanto, Mike continuaba allí, sentado en una silla de algún lugar que ni por asomo reconocía, con los ojos vendados y con alguna persona alrededor que tampoco sabia exactamente quien era. Estaba asustado, muy asustado.

4 comentarios:

Discos de Paseo dijo...

Apenas escucho Jorge las confusas explicaciones de su hermana, decidió que esa misma tarde acudiría a casa de Guillermo. Recordó que Julia conocía la dirección y confió en poder convencerla para que lo acompañase un momento,…sólo un momento. Prefería que nadie del instituto lo supiese, y menos aún esa Giselle que acababa de llegar y si bien le daba confianza como profesora, le ofrecía escasa confianza general. Parecía una de esas personas que podía utilizar con amplificada y maligna precisión cualquier información que le llegase de cualquier persona. Ni siquiera se lo dijo a su hermana tras convencerlo la excusa de que había pasado ya una noche alterada.

Así que arrancando con explosión atlética recién sonaba el timbre del patio, sorteando en slalom los alumnos que salían de las aulas de ESO como balizas móviles y apremiando al conserje para que abriese la puerta, llegó a la cafetería –esta vez no se equivocó- cinco minutos antes de que apareciera Julia rodeada de alguna amiga más. Como había conseguido ese sitio estratégico, la pudo abordar antes de que el pie pisara el interior.

-Julia, ¿tienes algo que hacer esta tarde?
-¿Eh? No, mira, chico, no te equivoques…

Las amigas, tras pararse un segundo, siguieron andando mientras modelaban un significativo “uyuyuy…”

-Guardadme sitio, que ahora voy.
-No, no, Julia, no te lo decía por eso, es por si me podías acompañar a casa de Guillermo.
- ¿Cómo dices?
-Sí, te explico –sudaba Jorge por dar a su voz un tono calmado e interesante- cinco minutos sólo, te lo prometo. Es que están pasando cosas raras.
- ¿Cosas raras? Oye, chico, a mí no me metas en fregados, ya me lo llevará la nueva ésa el trabajo.
- Julia, cinco minutos sólo, por favor –extrañamente la voz de Jorge sonaba calma- Si no es que pase nada, pero entre que no encontramos a Mike, lo de Guillermo y que a mí hermana esta noche la han atacado pues estoy preocupado, sobre todo por Ángela.
-¿Tu hermana es Ángela? ¿La morenita tan simpática de cuarto? –se le iluminaron los ojos a Julia.
-Sí.
-Bueno, ¿y que quieres que haga yo? ¿Con qué excusa quieres ir?
-No sé, darle el pésame y ver si sabemos qué ha pasado. Cinco minutos sólo. Te lo prometo.
-Uffff, promesas de chicos,… -sonrió Ángela- En fin, vale, pero si veo algo raro o pasan más de cinco minutos cojo y me voy. ¿Te queda claro?
- ¡Gracias! –se desvió Jorge hacia la función expresiva- A la salida entonces, a las cinco. Y me voy, que te dejo con tus amigas.

Hasta las cinco quedaban dos clases, una hora para comer y dos clases más. Un par de ellas eran prácticas en grupo y pudo convencer al resto de que no se sentía bien y que trabajaran por él. En otra vino un profesor de guardia que los dejó tranquilos y en la última de la tarde se enfrentó con ojos abiertos y mente cerrada a una enrevesada explicación sobre genética de poblaciones.

Y por fin, corriendo como era costumbre en él desde hacía dos días, alcanzó la puerta antes de que llegara Julia, a ver si se le iba a pasar.

- Ya estás aquí, ufff, miedo me das. Que si pasa algo me voy, ya te lo he dicho.
- No te preocupes mujer, ya procuraré yo que no pase nada, déjame hacer a mí.

En el breve camino hasta casa de Guillermo ella le fue guiando y él explicándole brevemente las ideas que se le habían ocurrido en las cuatro horas de clase.

-Mira, si vas a dar el pésame de parte de sus alumnos nadie se extrañará. Es lo más normal del mundo. A partir de ahí, deja que yo piense lo que más convenga, si en cinco minutos no saco nada en claro, nos vamos. Si ves que estoy triunfando, dame un tiempo de propina.
-Uyyy, chico, esas no eran las condiciones, pero bueno, todo sea porque tú hermana me cae bien.

El edificio que Julia recordaba era –como había recordado el día anterior, el último que se abría antes del parque-. De él lo separaba un descampado montañoso con algunas cuevas y refugios tapiados que decían que habían servido de escondrijo durante la guerra civil. Otro ejemplo de edificios del desarrollismo de los setenta, como el cercano de los padres de Mike- con la particularidad de que es éste moríia la ciudad.

-Sí, estoy segura de que es éste –afirmo Julia.
-Pues mira el reloj. Cuando lleguemos arriba y nos abran, cinco minutos.

El escollo del portero fue sorteado con elegancia:

- Hola, venimos a dar el pésame a la familia del profesor Guillermo Serés. Somos alumnos.
- Pobre Guillermo –articuló medio adormilado- No sé si hay alguien en casa. Estos días entran y salen a todas horas. En todo caso probad. Es el ático 21ª

En el ascensor, y hasta que no apretó el timbre, julia fue exigiendo tranquilidad a Jorge. Les abrió un sollozo que se apagó del todo al encenderse la luz del recibidor.

-Buenas tardes, señora –la calibró Jorge a toda velocidad y vio edad muy avanzada, ojos llorosos, luto-. Queríamos dar el pésame por la muerte del profesor Serés ¿Usted era su madre, verdad?
-Sí, hijo, sí –se volvió a despertar el sollozo- muchas gracias. Pero pasad, pasad, nos os quedéis ahí en la puerta.
- No gracias, no queríamos molestar –añadió Jorge mientras pensaba como conseguir entrar en casa sin parecer descortés.
- ¡Dios mío! ¡Cómo vais a molestar! –parecía totalmente un ruego-. Además estoy sola, mi nuera se ha ido a arreglar unos papeles de la autopsia y el alemán ha dicho que no volvía hasta la noche.

A Jorge, entonces, se le encendieron varias luces. Se decidió por la primera.
-El caso es que Julia hacía un trabajo con él y necesitaba unos documentos. El pobre señor Serés le había dicho que podía venir a recogerlos.
-Veis, hijitos, pues pasad. Yo no sé de todo eso, pero igual está en su despacho.

Una ojeada de segundos al despacho del que fue su profesor, amplio y con salida al balcón, no les descubrió nada, aparte de que guardaba un orden estricto.

- No, la verdad es que no vemos nada del trabajo de Julia, pero está todo muy ordenado.
- Uy, no penséis que mi hijo era así. Ha sido el alemán quien ha puesto orden.
- Julia –se exaltaba ya Jorge-, ¿Cómo se llamaba el escritor sobre el que tenías que hacer el trabajo?
- Von Kölberg, o algo así.
- Ese, ese es el alemán –cerro la señora el círculo.
- ¿Y era amigo de su hijo? Que curioso,… -replicó Jorge ya totalmente acelerado- ¿se conocían?
-Uyyy, sí, venía mucho por aquí últimamente. Pero espera. Mi hijo guardaba en otro cajón del comedor los papeles que revisaba por la noche. Era este, mirad a ver si los veis.

Y allí había algo, vaya si lo había. Jorge descubrió dos carpetas. Al abrirlas observo que en una de ellas había varias palabras subrayadas: “parque de atracciones” “sotanos activos” y un número de cuenta bancaria eran las tres marcas más destacadas. En la segunda carpeta había un dossier del que sólo pudo ver el título: “Aplicación de las teorías de Von Kölberg a España: Fundación de la nueva Era”

-¡Sí! –grito sorprendido Jorge- Son estas, mire señora, el alemán sobre el que trabaja la chica. Nos las llevamos sólo para hacer fotocopias. Se las devolveremos

Cuando Julia le susurraba que ya llevaban cuatro minuto y medio, él inició la despedida.

- Lo siento, señora. Hemos de marchar. Tenemos reunión a y media en el instituto
- Vaya, qué lástima, Le diré a mi nuera que habéis venido.

Ya en la puerta, Jorge apostó con fuerza en una última baza.

- Lamento lo que ha pasado, señora, pero es que a nosotros no nos han informado. ¿Cómo murió su hijo?

Darkreagon dijo...

Perfecto. Contiuad!!!

Kyra dijo...

La mujer lanzó una triste mirada a Jorge. Abrió ligeramente la boca, como si fuera a decir algo, pero no pronunció ni una palabra.
Jorge aguardado dubitativo durante unos segundos, hasta que decidió preguntar:
-¿Le ocurre algo, señora?
-No te preocupes, hijo. Es solo que no creo que os haga ningún bien contándoos lo que le ha pasado a Guillermo. Y menos a vosotros.
-¿Tan malo ha sido?
-Así es, gracias a Dios el señor Kölberg se ocupo de todo –bajó la mirada intentado ocultar una lagrima que resbalaba por su rostro.
Jorge no sabía que pensar. Por un lado sentía una curiosidad irrefrenable por averiguar lo ocurrido, pero por otro lado empezaba a notar un cierto temor, comenzaba a asustarle lo que pudiera haberle pasado. Con una ligera opresión en el pecho decidió no molestar importunar más a aquella mujer.
-Lo comprendo. No se preocupe por esto, señora Seres. Guillermo era muy querido, como profesor y como persona. Solo quería entender un poco mejor lo que le había ocurrido.
-Hasta luego, y de verdad, siento mucho lo de su hijo -dijo Julia mientras abría la puerta.
La mujer observó apenada como los dos traspasaban la puerta, y a modo de despedida añadió:
-Jorge, no pienses demasiado en Guillermo, solo te apenarás más, y muchas gracias por vuestra visita, os lo agradezco.
-No ha sido nada -dijeron ellos.
Jorge y Julia empezaron a bajar las escaleras de vuelta a la calle y escucharon el fuerte eco que hizo la puerta al cerrarse, marcando el principio de muchas dudas, pero también de otras tantas respuestas.
No llegaron si quiera al portal cuando Julia preguntó meditabunda:
-¿Te han servido estos cinco minutos?
Jorge respondió con el tono más jovial que fue capaz, sin que llegara a sonar intencionado:
-Bastante, aunque más por la conversación que por otra cosa, en el despacho vi algo que me esta rondando por la cabeza y ese alemán me empieza a parecer algo sospechoso. –Levantó la barbilla mirando al cielo mientras iba relacionando ideas.
-¿Te refieres a Von Kölberg?
-Ese mismo. Hay que ver que mal se me dan los nombres extranjeros. –dijo con una sonrisa.
-No te creas, a mí también me costo lo suyo. Pero ahora que dices eso del alemán, los textos que leí, siempre eran de temas muy rebuscados, e incluso extremistas muy extremistas.
-¿Qué quieres decir con extremistas? –pregunto Jorge con curiosidad mal disimulada.
-Pues… sobre la incapacidad de las personas para hacer lo que está bien, de que solo unos pocos tienen la capacidad para estar por encima de otros, es decir, que deberían existir diferentes castas. Pero lo malo no es eso, sino que piensa con una moralidad digamos, inexistente. Hay algo que esta muy claro en sus escritos: el fin justifica los medios.
Jorge prestó la máxima atención a las palabras de Julia, pendiente solo de ella.
Nada más terminar, algo terminó de encajar en su mente.
Algo que no podía ser. Algo que era demasiado improbable. Algo que si fuera verdad, podría causarle muchos problemas.
Pero tenía que averiguarlo, tenía que saber que demonios estaba ocurriendo en su vida.

Darkreagon dijo...

Bien, se cierra capítulo. A ver si os apuntais más.